Frida, trauma y pintura

Sangre, raíces, animales, úteros, columnas rotas y trajes rituales son las bases simbólicas del arte de Frida.

Una salida artística a un cuerpo herido

Según Freud, Frida puede entenderse como una puesta en escena del trauma. El accidente que fractura su cuerpo es el acontecimiento psíquico fundador: el cuerpo deja de ser un medio de trasporte y se convierte en un objeto de dolor constante, hipervigilado, erotizado y castigado.

Frida no pinta el mundo, se pinta a sí misma porque el «yo» ha quedado fijado al cuerpo. La repetición obsesiva del autorretrato es una forma de compulsión a la repetición: el trauma vuelve una y otra vez, no para resolverse, sino para intentar ser dominado simbólicamente.

La pintura en este caso funciona como sublimación: la pulsión de muerte, la agresión contra el propio cuerpo y la angustia se transforma en imágenes, color y forma.

Frida no busca «curarse» busca soportarse.

Desde la mirada de Jung Frida pinta para entrar directamente al inconsciente y recuperar los símbolos creando después sus «mandalas» personales para integrar ese dolor físico y emocional. Su obra es un proceso de individuación forzado por el dolor.

Frida encarna la Gran Herida, la mujer que desciende al inframundo o la cueva profunda y regresa con imágenes. Todos los elementos que utiliza son arquetipos del inconsciente colectivo, como los úteros, en referencia a una maternidad frustrada, sangre y raíces en relación a los vínculos familiares, pertenencia a la familia o al mundo, necesidad de enraizarse en este mundo a riesgo de querer irse al otro por su propio sufrimiento. Es todo un ritual de integración de todas sus partes literalmente rotas intentando unirse.

Frida se convierte en la Mujer doliente, la Madre sin hijos, la Amante sacrificada y la Diosa herida. Todos mitos y arquetipos del inconsciente humano. Desde la mirada de Jung Frida no se pinta a sí misma por narcisismo, más bien, se pinta como acto chamánico, intentando no disolverse y mantenerse unida entre mundos.

No pinta para ser amada, pinta para no desaparecer.

Freud diría; Frida transforma el trauma en imagen para sobrevivir al exceso de dolor físico que sufría de forma constante.

Jung diría; Frida convierte el dolor en símbolo para dar sentido a su existencia.

Ambos son válidos y ambos necesarios. Frida encuentra en el dolor un camino forzado hacia la conexión con el alma y la obsesión por integrar de forma compulsiva su sentido de existencia en este mundo a través del arte.